Una vez más, el encuentro organizado por el Gobierno de Río Negro, que cuenta con el apoyo de la Municipalidad de la Ciudad de Bariloche, Horizonte Seguros, Lotería de Río Negro y la Fundación Technes propuso una amplia paleta de estilos y géneros, con una convocatoria que confirmó la condición de clásico de la ciudad que el festival alcanzó a lo largo de sus cuatro ediciones.
“Vamos a imaginar por un momento que estamos en un fogón”, dijo Nahuel Pennisi, y se hizo líder de un canto colectivo que pasaba de la timidez al disfrute pleno a medida que el cantante avanzaba en su “enganchado” de zambas con “Jamás”, “Piedra y camino”, “Balderrama” y “La Arenosa” en la playlist.
Para entonces, ya habían pasado “Yo vengo a ofrecer mi corazón” y “Hoy”, como puntas de lanza de sus presentaciones en el Teatro La Baita -una a las 19 y otra a las 22-, en ambos casos ante una platea colmada, que enseguida entró en conexión perfecta con el artista, que para la Zamba del laurel, de Armando Tejada Gómez y el Cuchi Leguizamón sumó al ensamble de cuerdas de la Orquesta Filarmónica de Río Negro, al mando de Martín Fraile Milstein.
En ese marco, Pennisi alternó creaciones propias como “Desvío”, “Avanzar” y “Mundo”, con la interpretación de clásicos como “La cigarra”, de María Elena Walsh y “Ojalá”, de Silvio Rodríguez, pasando del formato de voz y guitarras al sonido camarístico de las cuerdas de la Filarmónica con una fluidez notable.
Punto a favor para la solidez y versatilidad de la formación orquestal como para los arreglos pensados para la ocasión. Hablar de la prodigiosa capacidad de Pennisi como cantante que abarca un registro casi infinito, como guitarrista sutil y aguerrido y como amoroso y divertido anfitrión puede resultar algo redundante, pero no por eso habría que dejar de subrayarlo.
La recta final del set fue con “1+1= uno” y la bella y festejada “Universo paralelo” -“Están sacando los celulares para filmar, ¿no?”, disparó el cantante antes de comenzar confirmando que todo estaba bajo su control, y La Baita estalló en una ovación; una más-, para rematar la tarea con un “Chacarera de las piedras" que se hizo canción con todos y preludio de una despedida en forma de una ovación infinita.
Si ver la imagen de los 80 músicos de la Shenandoah Conservatory Symphonic Orchestra dispuestos en el área del altar de la imponente Catedral Nuestra Señora del Nahuel Huapi resultaba impactante por sí sola, en la tarde de este sábado 27 de mayo, a medida que su potencia sonora inundó esa maravilla arquitectónica ideada por Alejandro Bustillo en los ya bien lejanos años ’40, el impacto se extendió, irremediablemente, al resto de los sentidos.
Formada por estudiantes de la Universidad de Música ubicada en la ciudad de Winchester, en los Estados Unidos, al mando del director venezolano Jan Wagner la orquesta demostró a través del estreno para la Argentina de “Bohemian Queen, concierto para trompeta y orquesta de cuerdas” de la brasileña Clarise Assad, y de la interpretación de la “Sinfonía N°5 en cinco movimientos para gran orquesta” de Gustav Mahler, que nada tiene que envidiarle a muchas de las formaciones que juegan habitualmente en las grandes ligas del universo de la música académica.
Merced a su lenguaje accesible y hasta “familiar”, cuya orquestación bien podría ser “asociada” en algún punto con algunas piezas de esas “que conocemos todos” del George Gershwin, la obra de la hija del notable guitarrista e intérprete Sérgio Assad, con Mary Elizabeth Bowden en el rol de trompeta solista, resultó un excelente preludio para la magnificencia de la obra del compositor austro-bohemio estrenada en 1904, ámbito musical para que la formación expusiera todo su potencial.
De los contrastes que ofrecen los primeros dos movimientos (“Trauermarsch" y “Stürmisch bewegt, mit grösster Vehemenz”) y el “Rondo-Final - Allegro-Allegro giocoso. Frisch (Fresco)”, pasando por los pasajes más amables de la obra, que ofrecen el tercero (“Scherzo. Kräftig, Nicht zu schnell”) y el “Adagietto. Sehr langsam” que da inicio al cuarto, la Shenandoah exhibió una gran ductilidad para el manejo de los matices que enriquecieron la interpretación.
Mención especial para el trabajo de los cornos, la entrega de los músicos y la sobriedad de Wagner en su papel de conductor, retribuidos por las personas que colmaron la capacidad de la Catedral con un aplauso cerrado que se extendió a lo largo de varios minutos. Y fue justicia.
Con los ecos de Mahler aún resonando a orillas del Nahuel Huapi y Nahuel Pennisi coronando la primera de sus dos presentaciones en el FIMBA 2023, el Trepún Percusión integrado por Facundo Catalán, Carla Jensen y Antonella Lardani, miembros de la Orquesta Filarmónica de Río Negro, inauguraron la noche de percusión en el Centro Municipal de Arte, Ciencia y Tecnología de la ciudad.
Lo hicieron con cuatro obras -“Son bulerías” (Miguel Cruz), ”Trio per uno” (Nebojša Zivkovic), “Afta Suba” (Mark Ford) y “Nian 3” (Pius Chang)-, que los vieron ir del trío de cajones peruanos a la marimba, con coreografía incluida, y finalmente a los tambores, para abrir el juego de una noche distinta para el FIMBA.
Enseguida, La banda rodante se encargó de poner a bailar al público que llenó la sala mediante cuatro “movimientos” con una conducción rotativa que se manejó a través del lenguaje de señas para alternar diferentes ritmos. Un plan que prolongaron las integrantes de MuTa (Mujer tambor), colectivo femenino de percusión que sumó elementos ancestrales a su performance, en un clima de fiesta que Metatambó y La Nube Percusión contribuyeron a prolongar.
En tanto, a unos cuantos kilómetros de allí, en Estación Araucanía, Graciela Novellino y Mariana González junto al Ensamble Ventisquero Negro, integrado por miembros de la Filarmónica de Río Negro, recorrieron a sala llena un variado repertorio tanguero que hizo escala en clásicos como Gricel y Uno, de Mariano Mores; Sur, de Aníbal Troilo y Homero Manzi; y “Los pájaros perdidos”, de Ástor Piazzolla y Mario Trejo, completando el habitual mapa estilístico que propone el FIMBA.